Le escribo al Río Magdalena para convertirme en llanto.
Ser río, apagar el fuego, rendirse ante la oscuridad de una misma.
Delante del Río Magdalena en Neiva cierro este viaje de tres meses. Siento mucho agradecimiento, pero también tristeza, dolor físico y emocional. Quiero llorar por muchos días hasta convertirme en un Río, como este Río que contemplo, que me hace temblar todo el cuerpo. Me atraviesa su fuerza de una forma que no aguanto, entonces cierro los ojos y respiro. Vuelvo abrir los ojos y mirarlo con más cautela. ¿Qué se debe tener para ser tan grande, tan arrasadora? ¿qué hay que ser para nacer y llevarse pedazos de tierra, rocas, árboles, montañas por delante?
Me siento delante del Río, un poco a distancia porque su ferocidad me atrae igual como me da vértigo, y solo puedo escribirle, escribir sobre estas circunstancias que me ahogan y me arrastran como lo haría este Río si me sumergiera en él.
Magdalena estoy en un momento donde no sé nada de mí. Me siento perdida. Cada tanto vivo esta circunstancia: la de cambiar de piel y en el medio, antes de llegar al otro lado; siendo otra, pero la misma sin embargo otra, con otra mirada, otra forma de pensar, otra forma de acercarme al mundo, otra forma de amar, otros deseos, otros sentimientos, ósea otra, pero la misma, y es que no es que me convierta, es que la piel se cae o si quieres Magdalena entenderme mejor, la máscara se cae, y cada vez, creo que va reluciendo la mujer que verdaderamente soy. Y cada vez que vivo esta circunstancia el dolor se presenta de forma tan salvaje. Magdalena no sé porque funciono así.
Nunca creía que terminaría al frente tuyo escribiéndote sobre esto, Magdalena. Creo que en este momento te convertiste en mi amiga, ahora que me siento tan sola. Hace tres meses salí de viaje, y debería estar viajando, no devolviéndome y terminando esta aventura, pero estoy tan cansada, enferma y triste. Fueron tres meses de intenso viaje, para mi ha pasado como un año entero en este corto tiempo. Siento que viaje a un ritmo desbocado y que lo único que podía pasar al final era que chocara y quedara así: despojada de alguna ilusión.
Magdalena no sé lo que significa tomar aventuras tan gigantescas. ¿Será que esa es la única forma en la que puedo vivir? Sí Magdalena, arriesgándolo todo. No sé porque las experiencias que encarno son tan salvajes. Todavía estoy conociéndome y con mucha paciencia. Eso es importante Magdalena, tener paciencia con una misma. Pero el fuego que habita en mi me hace arder los ojos y quiero llorar para apagarlo un poco.
Magdalena en los últimos meses me he preguntado por mi oscuridad. Siento que esta experiencia me ha dado más claridad de ello. Mira es un tema que todavía no comprendo muy bien, pero te cuento y tú luego me dices si te hace sentido. Mira se dice que todas y todos tenemos luz y oscuridad, también se dice que nuestra capacidad de llevar nuestras raíces al fondo de la tierra permite que las ramas lleguen más alto en el cielo. Las raíces hablan de la oscuridad y de contactar con ellas para crecer. Lo fuerte Magdalena es que encarnar la oscuridad de una duele, es incómodo y triste. Además, que nuestras oscuridades son cosas que ocultamos de nosotras, que nos avergüenzan y lo más difícil es que son cosas de las cuales no somos conscientes. En mi caso la estoy viendo, en este momento habito la oscuridad, este cansancio, este dolor, este llevarme hasta el límite me esta permitiendo ver. Abrir un poco la rendija.
Te quiero preguntar Magdalena, ya que tú estas tan arrojada en la tierra ¿es de cuerpo entero la única manera de traspasar el límite humano, la única manera de conocer el misterio?
Magdalena no se si tu crees en la astrología, no sé si has sentido cambios brutales con el cambio de la luna, pero yo sí. Mi sol y ascendente están en el elemento fuego. Es una locura. Estos arquetipos me ayudan a entender mi forma de ser que siempre ha sido intensa, que le gusta correr riesgos, tener nuevas aventuras, que se aburre en la monotonía, por ejemplo, de un trabajo o de una rutina, que le gusta vivir cada experiencia hasta las profundidades y salir victoriosa de la guerra. Claro Magdalena, antes no era muy consciente de ello, entenderme me ha tomado años y antes, esta forma de ser me causaba mucho sufrimiento, no la entendía y más allá de no entenderla la reprimía. Reprimía mi don aventurero, mi don de brillar, mi don de ser vista en donde llegase, mi don de calentar y ser refugio, mi don de ser fuerza mutable, en constante movimiento. El último año he aceptado mi fuego, mi ser único y especial y he vivido más plenamente.
Sin embargo, Magdalena como llegan los días soleados llegan las tormentas, las ocasiones que recordar lo esencial es casi imposible. Y yo solo puedo sentarme lejos a escribirte, solo puedo es como decir, y lo que necesito, entonces lo que necesito es sentarme lejos a escribirte que me siento perdida con un dolor conocido que no se va. Magdalena, sabes esto de ser fuego tiene su oscuridad, la habito, por eso la observo. Mi impulsividad, es una de ellas, reaccionar en vez de responder, me dejo llevar mucho por mis emociones y han existido circunstancias que eso me ha llevado a un callejón sin salida, y lo otro es querer hacer todo ya, quiero decir, todos mis proyectos y todas las vidas, hacerlas ya, es que es un fuego tan intenso, tan salvaje el que me habita, que me crea la ilusión de que puedo con todo, y realmente no puedo, y realmente mi fuego necesita rendirse, caer y reconocer su oscuridad. Eso está pasando Magdalena, mi fuego necesita tus aguas. Necesito llorar todos estos días hasta ser rio.